En el día de hoy recorrimos el este de Islandia desde Höfn al lago Mývath. Teníamos por delante 388 kilómetros de la Ring Road cruzando todo el este de la isla. Al planificar el viaje sabíamos que iba a ser un día duro; por lo que compaginamos tanto kilómetro con varias paradas de lo más sorprendentes.

Ring Road y otras carreteras del este de Islandia
Partíamos de Höfn antes de que las manecillas del reloj indicaran las ocho de la mañana. Nos esperaban muchas horas de coche y queríamos emprender la marcha lo antes posible. Teníamos la suerte de que el buen tiempo nos acompañaba y esto iba hacer agradable la ruta por los fiordos del este de Islandia.

La Ring Road ofrecía su mejor versión. El Atlántico brillaba frente la costa mientras el mar empezaba a hacer inclusiones en la tierra formando estuarios. Poco a poco aparecían los primeros fiordos. El primero y más llamativo es Berufjörður, con una longitud de más de 20 km.

En este punto acontecía unos de los encuentros y anécdotas del viaje. En una larga recta vimos un ciclista luchando contra el poderoso viento del este. Al acercarnos a él y sabiendo de su hazaña por tierras islandesas paramos a saludarle. Era el escritor y viajero Pablo Strubell. Estuvimos conversando unos minutos con el autor de “¡Te odio Marco Polo!” y nos contó cómo estaba viviendo la experiencia de recorrer Islandia en bicicleta. Una gran proeza sólo apta para valientes. Pues los fuertes vientos y las lluvias no son unas buenas aliadas del ciclismo.

Nada más despedirnos de Pablo nos desviamos de la Ring Road por la carretera 939. Esta carretera es un tipo de pista forestal de grava y no está asfaltada. Aminoramos la velocidad y disfrutamos del cautivador paisaje. El mar -que nos había acompañado durante los últimos días- daba paso a un paisaje de montaña repleto de cascadas. Tras casi 4 horas de coche llegábamos a Seyðisfjörður.

Seyðisfjörður, el pueblo más bello del este de Islandia
Seyðisfjörður es el pueblo con mayor encanto y más visitado del este de Islandia. Protegida por un fiordo de más 17 de km. de largo es una próspera localidad que se ha dedicado a la pesca del arenque durante décadas. En la actualidad alberga una comunidad internacional de artistas, músicos y artesanos. Al pasear por sus calles se puede sentir su ambiente bohemio.

En esta pintoresca localidad destaca la iglesia Bláa Kirkjan. Pintada en color azul es el corazón y epicentro de Seyðisfjörður. Frente a ella, se encuentra Norðurgata. Sus baldosas de colores le han valido para ganarse el sobrenombre de “la calle del arco iris”. En ella encontramos varios restaurantes y tiendas de artesanías locales. Aquí compramos nuestra manta de lana islandesa.
Después de visitar el centro de Seyðisfjörður cogimos un sendero que hay frente al puerto y realizamos una agradable caminata hasta llegar a la escultura de sonido Tvísöngur. Es una construcción diseñada por el artista alemán Lukas Kühne y formada por cinco cúpulas de hormigón interconectadas en la que suenan la armonía de 5 tonos distintos. Ciertamente para nosotros el atractivo del lugar es su enclave. Desde él se tienen las mejores vistas de la población y el fiordo.

Retomamos la marcha, y sobre el mediodía paramos a comer en Askur Pizzería en Eglisstaðir. Uno de los sitios mejor valorados en Tripadvisor de esta localidad –que nos venía de parada dirección a Stuðlagil-. Eglisstaðir es el lugar ideal para para a comer o para aprovisionarse en sus supermercados. Pese a que carece de atractivo turístico, es el pueblo con más servicios de esta parte de Islandia.
En las inmediaciones de Stuðlagil están los Vök Baths. Unas piscinas termales con unas modernas instalaciones en el lago Urriðavatn.

Stuðlagil canyon, la joya de Islandia
Continuamos circulando por la Ring Road una hora hasta desviamos por Jökuldalsvegur –una carretera de grava-. A los 10 minutos por esta fastidiosa carretera llegamos a un parking repleto de coches en el lado izquierdo del río. Pese a que no divisamos el fotogénico cañón, intuimos que a partir de este punto había que llegar a Stuðlagil caminando.

Emprendimos un paseo de casi una hora siguiendo el cauce del río Jökulsá á Dal. Pese a que hay otro parking en la otra orilla del río más cerca y con un gran mirador sobre todo el lugar. Literalmente esta ruta llega hasta los mismísimos pies del cañón.

En esta agradable caminata hasta Stuðlagil nos tropezamos con Stuðlafoss. Una cascada es abrazada por columnas de basalto al más puro estilo de Svartifoss. Y es que el basalto es el principal protagonista de este lugar (y de media Islandia). Poco a poco el cañón Stuðlagil iba asomándose frente a nosotros.

Al llegar a las inmediaciones del cañón nos embriagaba la fascinación del entorno. El poder estar tan cerca de las largas columnas de basalto sobre el agua turquesa hacía que nos integráramos en el paisaje. Sin duda el cañón Stuðlagil es uno de los secretos mejor guardados del este de Islandia.

Dettinfoss
Después de disfrutar de Stuðlagil y tras un buen rato por la Ring Road, nos desviarnos unos 45 minutos por la carretera de grava -con las condiciones más pésimas y desesperantes de todo el viaje- hasta llegar a Dettinfoss. La última joya que visitábamos en el este de Islandia.

Al llegar a las proximidades de la cascada, el mal humor lo dejábamos atrás y nos dejábamos querer por el salto de agua con mayor volumen de Europa. Las cataratas se pueden ver desde ambos lados del cañón. Pero al venir desde el este de Islandia y no estar conectados por un puente, nosotros vimos Dettinfoss desde el lado este. Pese a que su acceso es muy complicado –y damos fe de ello- es el preferido por expertos y fotógrafos. Pues desde esta óptica se tiene una perspectiva muy buena de la propia casada y de todo el entorno.

En Dettinfoss pudimos admirar la fuerza de la naturaleza en todo su esplendor. Con 45 m. de altura y 100 m. de anchura por ella se precipitan 400 m3 cada segundo. Llegando a crear una columna de agua en suspensión que se ve a más de 1 kilómetro.

Una vez disfrutamos de todo el entorno de Dettinfoss pusimos rumbo al lago Mývatn. Lugar donde nos hospedábamos y cogíamos fuerzas después de un día tan largo por carretera. Sin duda, el este de Islandia es una parte del país repleta de fascinantes lugares, pero con muchas distancias por recorrer.