Durante 10 días hemos recorrido Islandia por libre a través de la Ring Road -la carretera principal que circunvala todo el país-. La mejor opción de conocer el país del hielo y del fuego es alquilando un coche y echarse a la carretera. Hoy os contamos al detalle nuestra ruta, repleta de lugares sorprendentes.

Primer día. Llegada y recogida del vehículo
A las 19:00 h. aterrizaba nuestro vuelo en el aeropuerto de Keflavik (el único aeropuerto internacional de Islandia). Volamos directamente desde Alicante con la aerolínea italiana de low cost Neos. Tras recuperar nuestras maletas y recoger el coche con el que nos moveríamos por Islandia, pusimos rumbo a Selfoss. Aquí hicimos la primera noche, y así estábamos más cerca de los atractivos del Círculo Dorado. Nos hospedamos en Thoristun Apartments, en pleno centro de la ciudad y cerca de todos los servicios y restaurantes. De Keflavik a Selfoss hay unos 96 km. y tardamos 1 hora y 20 minutos.

Segundo día. Círculo Dorado
Este viaje a Islandia empezaba fuerte. Kerið era la primera parada del día. Un lago de un cráter de 6500 años que ahora está lleno de agua color turquesa. Tras darle la vuelta y bajar hasta la misma boca, proseguimos dirección Geysir para contemplar una de los reclamos turísticos más visitados del país. Empezábamos fuerte nuestra ruta por el Círculo Dorado.

El Gran Geysir ha dado nombre a este fenómeno de la naturaleza a nivel mundial. Hoy en día está inactivo, pero justamente al lado está el géiser Strokkur que escupe un chorro de agua de casi 25 metros cada 5-7 minutos. La gente se agolpa expectante para ver cómo un enorme surtidor expulsa el agua a presión en cuestión de segundos.

Retomando el itinerario por el Círculo Dorado, paramos en Gullfos. Una cascada de 32 metros divididos en 2 saltos y que se adentra en un estrecho desfiladero. Nos acercamos a ella desde varios miradores para contemplar el estruendo y la bravura del agua.

De camino al Parque Nacional de Þingvellir nos retuvimos en Laugarvatn -que traducido sería algo “lago de las fuentes termales”-. Aquí la mejor opción es dedicar un par de horas a disfrutar de algunos de sus piscinas geotermales. Como es la piscina de Laugarvatn, con precios asequibles (no llega a 8 € por persona) y con buenas vistas sobre el lago.
Ya por la tarde llegamos al Parque Nacional de Þingvellir. Realizamos un paseo entre las placas tectónicas y nos acercamos al yacimiento de AlÞingi. Aquí estuvo el primer parlamento de Europa y fue regido por los vikingos. Ahora apenas quedan restos, pero en el emplazamiento se alza un mástil con la bandera de Islandia y es todo un símbolo para los islandeses.

Una vez terminamos de completar la ruta por el Círculo Dorado pusimos rumbo a Hella, y así ya estábamos cerca de los lugares a visitar que nos esperaban para el siguiente día.

Tercer día. Cascadas del Sur
El tercer día de nuestro viaje a Islandia tocaba conocer las cascadas y paisajes más asombrosos de la parte sur del país. Por delante teníamos 250 km. cargados de soberbia naturaleza. Llegábamos a Seljalandsfoss sobre las 8:00 h. de la mañana y sin apenas gente. Éramos unos privilegiados, teníamos la cascada para nosotros solos. Seljalandsfoss tiene la peculiaridad de poder bordearla y atravesarla por detrás; gozando así de una perspectiva diferente de una cascada. A tan sólo unos 10 minutos paseando está la cascada Gljúfurárbui. Se encuentra enclavada dentro la montaña y hay que acceder a ella saltando de piedra en piedra esquivando el río.

Siguiendo nuestro itinerario por el sur de Islandia paramos en las cascadas Árjánurfoss y Skógafoss. Esta última con 25 metros de ancho y 60 metros de altura se ha ganado el apelativo de la cascada perfecta. A medida que nos acercábamos a ella, nos dábamos cuenta de la magnitud del lugar. Pese a que no es la cascada más grande de Islandia, el poder acercarse tan cerca de ella, hace que sorprenda a todo viajero.
En teoría la siguiente parada que teníamos prevista era ir a ver el famoso avión abandonado, pero a última hora decidimos no ir. Hacía viento, un poco de lluvia y eran dos horas de caminata.

La península de Dyrhólaey se distingue entre las playas de arena negra. Situada sobre un enorme acantilado accedimos a ella en su parte más alta para contemplar lo más de cerca que se puede los arcos de piedra de Dyrhólaey. Los islotes que hay frente a la península son una importante reserva faunística de aves. Aquí vimos los primeros frailecillos del viaje a Islandia.

Bajamos de Dyrhólaey para recorrer la playa de Reynisfjara; concretamente en su lado este. Donde están las columnas de basalto. Caprichosas formaciones volcánicas en forma hexagonal que iremos viendo a lo largo de todo este viaje a Islandia. Desde esta zona de Reynisfjara contemplamos Reynisdrangur, los farallones que emergen del Atlántico frente a la costa.

Paramos a comer en la población de Vik. Como todas las localidades de Islandia, quitado de la iglesia no gozan de un especial encanto. Así que tras una breve parada retomamos la marcha y fuimos hacia los campos de lava y musgo Eldhraun. Extensiones de coladas volcánicas recubiertas de verde y frondoso musgo. Y la última parada del día fue Fjaðrárglijufur. Un pintoresco cañón por el que discurre el río Fjaðrá.

Cuarto día. Skaftafell
Con los primeros rallos de sol nos plantábamos en el centro de visitantes de Skaftafell -que pertenece al Parque Nacional Vatnajökull-. Desde aquí emprendíamos una caminada de casi 2 kilómetros hasta llegar a Svartifoss. Sin duda, la cascada más fotografiada de toda Islandia. Las soberbias columnas hexagonales de basalto flanquean el chorro de agua.

Continuábamos el día con un apasionante trekking sobre un glaciar. Esas soberbias lenguas de hielo se pierden en lo alto pareciendo no tener fin. Por unas horas nos atamos los crampones y recorríamos el manto de una lengua glaciar. Una experiencia muy divertida y apta para todas las edades. Y para embarazadas de pocos meses.

Rumbo a Höfn nos detuvimos en la laguna glaciar Jökulsárlón. Imposible no asombrarse al contemplar los témpanos de hielo varando sin rumbo cierto por el lago. Estos enormes icebergs se han desprendido de la lengua glaciar Breiðamerkurjökull y, en busca del mar abierto se detienen por un tiempo en Jökulsárlón.
A escasos metros de Jökulsárlon está Diamond Beach. Frente al Atlántico pequeños restos hielo yacen sobre la arena negra de la playa. De ahí el nombre de “playa de los diamantes”.

Quinto día. El este de Islandia
Hoy teníamos un día largo por carretera. Tocaba ir de Höfn al lago Myvath haciendo varias paradas en el trayecto. Por delante teníamos 5 horas de coche y más 400 kilómetros. Tras recorrer 3 horas y media bordeando parte de la costa este de Islandia y cogiendo el atajo por carretera no asfaltada llegábamos Seydisfjöröur.

Enclavado en el fiordo del mismo nombre este pueblo tiene cierto encanto. Su principal atractivo es la calle del Arcoíris con la iglesia Bláa Kirkjan de fondo. Una estampa que todos inmortalizan en Seydisfjöröur. También realizamos una pequeña caminata para ver el Tvísöngur. La escultura del sonido conformada por 5 cúpulas de hormigón de diferente tamaño.

Tras una breve parada en Eglisstaðir para comer, pusimos rumbo a Stuðlagil canyon. Un estrecho cañón flanqueado por enormes columnas de basalto. Pese a que no suele aparecer en guías de viaje, es un lugar muy conocido por sus fotografías y que requería detenerse para admirarlo.

Antes de llegar al lago Mývatn, nos desviamos de la Ring Road para contemplar Dettifoss. Las cascadas más caudalosas de toda Europa. Con una altura de 45 metros y una anchura de 100 metros precipitan 400 m3 por segundo. Nosotros no lo entendemos mucho, pero parece ser que es mucha agua, jajaja.

Sexto día. Lago Myvatn
Amanecíamos en las orillas del lago Mývatn con un sol radiante y un ambiente apacible. La primera parada fue Höfði. Una colina boscosa de origen volcánico repleta de abedules, píceas y flores silvestres frente a las aguas cristalinas del lago salpicadas por diminutas islas.

Bordeando el lago llegamos el campo de lava de Dimmuborgir. Es considerada una de las coladas más grandes de Islandia. Nos adentramos por uno de sus senderos y pudimos admirar las insólitas formas que ha creado la lava. Si se le hecha imaginación se ve hasta una iglesia.
Accedimos a Hverfjall -un enorme cráter de más de 1 kilómetro de diámetro-. Desde su cima se tienen unas vistas privilegiadas sobre todo el lago Mývatn. A escasos metros de Hverfjall está Grjótagjá. Es una cueva con aguas sulfurosas a 45 ˚C. Pese a que no está permitido el baño, se puede visitar y admirar como los rallos de sol se filtran por las grietas. A algunos os sonará este lugar, ya que aparece en la serie de Juego de Tronos.

Pero si hay que destacar un lugar en el lago Mývatn, ese es Hverir. Un entorno de tonos grises y ocres repleto de depósitos de minerales, fumarolas incandescentes, calderas de lodo borboteante y un fuerte olor a sulfuro. Todo ello hace que Hverir tenga un encanto insólito.

Después de comer y antes de ir hacia Húsavík, tocaba darse un respiro y relajarse en los baños naturales de Mývatn. De intensa agua azul y con unas buenas vistas sobre Mývatn son la alternativa perfecta a los baños masificados.

No podíamos hacer un viaje a Islandia sin realizar el avistamiento de ballenas. A las17:30 h. salimos en barco desde el colorido puerto de Húsavík en busca de ver ballenas. Primero nos acercamos a un islote reserva de aves y abundan los frarecillos (el pájaro islandés). Luego ya nos adentramos en mar abierto y pudimos ver de cerca las ballenas. Tuvimos suerte y admiramos una ballena azul. El animal más grande del planeta.

Séptimo día. El norte más sorprendente
Dejábamos atrás Húsavík para retomar la Ring Road dirección Akureyri, pero antes haciendo una parada en Goðafoss. Unas cataratas en forma de “v” con una altura de unos 12 metros y una anchura de 30 metros.

Tras recorrer unos 40 minutos llegábamos a Akureyri. La segunda ciudad más grande Islandia. Por fin sentíamos que estábamos en una urbe. Destaca su jardín botánico; el más próximo al Círculo Polar. Antes de retomar la Ring Road, fuimos a la casa de papa Noel. Una tienda de decoración navideña abierta todo el año.

Proseguimos nuestro día visitando la iglesia de Varmahlíð. Es del siglo XIX y está construida en turba y recubierta de césped. A escasos 10 minutos en coche encontramos la granja Glaumbær. También levantada con este modelo arquitectónico ideal para resguardarse del frío y del viento.

Nos volvemos a desviar de la carretera principal para contemplar Hvítserkur. Una enorme roca enclavada en el fiordo Húnafjörður, y que su forma le ha valido el sobrenombre del “hipopótamo”. Ciertamente nosotros no le hemos encontrado ningún parecido. A mitad tarde llegábamos a Borgarnes. Ciudad de entrada a la península de Snæfellsness y donde hicimos noche.

Octavo día. Península de Snæfellsness, un «top» de cualquier viaje a Islandia
Decidimos hacer un recorrido circular por la península de Snæfellsness empezando por la parte norte, concretamente en Berserkjahraun. Un campo de lava que se levanta frente a la costa. Kirkjufellsfoss es uno de los sitios que hay que visitar en cualquier viaje a Islandia. Estas cascadas tienen de fondo el monte Kirkjufell. Una colina de tonos verdes con una forma que nos recuerda al “sombrero seleccionador” de Harry Potter.

Disfrutando de los paisajes de Snæfellsness repleto de cráteres, vastos prados y cascadas por doquier, llegábamos al cañón Rauðfeldsgjá. Una estrecha garganta que se abre en la montaña repleta de resaltes, pozas y cascadas. Uno de los lugares escondidos de Islandia que sorprende al viajero.

Ya en la costa sur de Snæfellsness decidimos comer en el hotel Búdir. Frente a sus grandes ventanales pudimos disfrutar del paisaje mientras comíamos. Podíamos contemplar un enorme cráter y la cascada de Bjarnarfoss.
Al lado mismo teníamos Búdakirkja. Una solitaria iglesia de color negro frente a la costa atlántica que atrae numerosos curiosos a diario.

Ya dirección Reikiavik paramos en Gerðuber. Unos acantilados formados por rocas basálticas hexagonales. Tal es la perfección de sus formas que parecen estar talladas a mano.

Noveno día. Reikiavik y Blue Lagoon
Dedicábamos todo el día a conocer la capital de Islandia. Las altas expectativas que teníamos sobre Reikiavik se iban cumpliendo a medida que íbamos adentrándonos en su centro histórico.
La primera toma de contacto la realizamos con un free tour. Durante 3 horas paseamos por el AlÞingi, la catedral luterana, el edificio del Harpa, la escultura de Ingólfur Arnarson (primer vikingo que pisó Islandia), Aðalstræti y sus calles aledañas, y la conocida Hallgrimskirkja. Después, por nuestra cuenta, visitamos el Museo Nacional de Islandia. Es el mejor lugar para conocerla historia de Islandia desde los vikingos hasta la actualidad… es cierto que es un gran museo, pero fuimos porque con la lluvia y el viento no se podía estar en la calle.

Por la tarde cogimos el coche y fuimos a la Blue Lagoon (A unos 40 minutos de Reikiavik). Un lugar de culto en cualquier viaje a Islandia. Con unas dimensiones importantes, estos baños son los más conocidos y populares para los turistas. Pese a que sus tarifas no son un regalo, vale mucho la experiencia. En la entrada incluyen una mascarilla facial y una bebida. Para ir a la Blue Lagoon es preciso reservar con suficiente antelación. Nosotros reservamos con 3 semanas de antelación.

Décimo día. Reikiavik y vuelta a casa
Nuestro viaje a Islandia estaba llegando a su fin y aprovechamos las pocas horas que nos quedaban antes de ir al aeropuerto.
Dimos un agradable paseo por la zona del Harpa -que tanto nos había fascinado el día anterior- y el puerto, visitando la escultura del Viajero del Sol y el Þúfa. Una colina artificial recubierta de hierba con una pequeña casa en lo alto diseñada por el artista Ólöf Nordal para que los islandeses puedan ir a meditar y encontrar la paz interior.
Y finalizamos este paseo por Reikiavik en Laugavegur. La mejor calle de la ciudad para realizar algunas compras.
